El cuerpo es una realidad ambigua. Al mismo tiempo que nos permite gozar, admirar su belleza y descubrir su fuerza, nos revela su debilidad, sus límites y su finitud a través del dolor, de la enfermedad y de la muerte.
En su papel antropológico, simbólico y espiritual, el cuerpo participa en su redescubrimientos. En las regiones de crencias cristianas y sobre todo en la época medieval el cuerpo era la prisión, era una carga, el féretro del alma.
Hoy reaparece como un espacio de salvación y expresión divina.
Las religiones africanas tienen una visión del cuerpo,
dando un sentido y valor al mismo, tiene una referencia simbólica, no solo
religiosa, sino también política, donde el elemento básico es la vida, ante su mundo
hostil, se preocupan más por asegurar su
existencia, sus preguntas más importantes están el orden concreto y pragmático.
Por tanto concentran todos los recursos, tanto religiosos, como económicos a
algo que llaman "Fuerza Vital", sustancia, si así puede llamarse, que lo mueve todo y sostiene todo. El autor del libro "La
Filosofía Bantú" escribe lo siguiente: “Hay cosas que los africanos
repiten sin cesar y que expresan sus valores profundos, sus aspiraciones
supremas. Se trata de la vida, la fuerza, el profundo vivir, "La Fuerza Vital”
(Placide Tempels, 1949: 30)
La fuerza vital viene de dios o del ser supremo. Llega a
los vivientes por medio de una larga cadena cuyos eslabones incluyen los
genios, los antepasados y los mayores. Algunos pueblos africanos ven en la
sombra, al ser humano que les acompaña,durante toda su vida Lo ven como una materialización de
dicha fuerza.
Otros, en cambio, la localizan en los sucesos de la vida cotidiana. Por ejemplo, los hechos tales como el nacimiento, la enfermedad, la salud, la muerte, señalan la presencia, con mayor o menor intensidad, de esta fuerza vital (Tempels, 1949:76).
Otros, en cambio, la localizan en los sucesos de la vida cotidiana. Por ejemplo, los hechos tales como el nacimiento, la enfermedad, la salud, la muerte, señalan la presencia, con mayor o menor intensidad, de esta fuerza vital (Tempels, 1949:76).
A partir de aquí podemos colocar las primeras ideas de la
cosmovisión bantú, de un lado "lo visible"
y del otro "lo invisible", la primera son las cosas materiales y son las
portadoras de esa "fuerza vital", en este este lado están los recipientes de la misma. Mientras
que la esencia de las cosas están en el otro lado, "en el invisible". Aquí se descifran
las cosas, las causas y la evolución del hombre. Pero su enfoque del mundo no
tiene antagonismos, se trata de una
distinción teórica que permite percibir el verdadero vínculo que tienen estas
realidades y que consisten en una recíproca inclusión. Por tanto, más allá de sus apariencias, los
animales, las plantas, las piedras, el viento, el agua, el fuego, etc. están
todos dotados por una energía invisible, que les da consistencia e influye
sobre su integración en la red existencial. La fuerza vital participa en la
determinación de la densidad de cada ser, también en la estructuración del
equilibrio y la armonía que deben regir el mundo.
El mundo es un espacio donde los dioses, los genios, los antepasados, los vivientes, la naturaleza (animal, mineral y vegetal) están todos involucrados en un tejido de relaciones dinámicas y vigorizantes, (Germaine Dieterlen, 1951: 56-57) por ello el cuerpo se piensa como un universo en pequeño.
El mundo es un espacio donde los dioses, los genios, los antepasados, los vivientes, la naturaleza (animal, mineral y vegetal) están todos involucrados en un tejido de relaciones dinámicas y vigorizantes, (Germaine Dieterlen, 1951: 56-57) por ello el cuerpo se piensa como un universo en pequeño.
En África, las expresiones tales como “tener un cuerpo” o “ser un cuerpo” suelen ser sinónimos de; “Vivir su cuerpo”, “estar en su cuerpo” o “sentir su cuerpo” significa no sólo dominarlo, sino también sentirse cómodo, estar en conexión con la fuerza vital, recibir sus energías y disfrutarlo. En varios lenguas africanas, la pregunta es la siguiente: “¿Cómo estás?” y esta se traduce literalmente por “¿cómo está tu cuerpo?”
“El hombre participa con su cuerpo y su palabra de las ceremonias rituales que recuerdan los tiempos míticos y cuyo papel simbólico consiste en crear el equilibrio psicológico, psíquico, espiritual y social del individuo. El cuerpo aparece como el vector de principios espirituales,(...)como el soporte espacial de símbolos gráficos” (Faïk Nzuji, 1993:45.)
Y aunque el cuerpo en su totalidad
cumple con una función socio religioso no todas sus partes tiene el mismo peso jerárquico,
hay elementos vitales, la sangre, la cabeza y el corazón; siendo el primero un elemento
chocante frente a la mirada del occidental. La sangre ya sea humana o animal,
representa un conducto de la fuerza vital, junto al soplo, su presencia es algo
inevitable.
La cabeza es el símbolo por excelencia
del ser humano y representa la sede de la voluntad y de la consciencia. También
es el receptáculo favorito de los dioses, particularmente, en los momentos de
trance. Además, la cabeza simboliza también la sexualidad humana (Tobie Nathan,
Lucien Hounkpatin, 1998:33).
El cabello, por ejemplo, encarna de modo
particular la fuerza vital, decia un viejo africano: “peligroso mezclar su cabello con el cabello ajeno ya que esto
crea un vinculo vital indisoluble. Quemar su propio cabello es atentar contra
su vida; a modo de protección, se entierra o esconde el cabello en un hoyo
profundo de la pared de su casa” . Un hombre que
quiere conquistar una mujer irá consultar un hechicero con el cabello de esta. El hechicero mezclará el cabello con diferentes, ingredientes para
fabricar un filtro de amor, por tanto,poseer el cabello del ser amado (o despreciado) es,
de cierto modo, poseer al individuo mismo.
Entonces aún los desechos del cuerpo sigue siendo un
espacio de comunicación, lazos y fuerzas vitales. A pesar de la distinción
entre el aspecto biológico y la dimensión espiritual, mantenemos la idea de
inclusión y de dinamismo existencial entre ambas esferas. El hombre materializa
la vida puramente biológica, pero el hombre no carece tampoco jamás de sombra.
La naturaleza del hombre viviente se caracteriza precisamente porque participa
de los dos principios; sólo de este modo es un muzima, un ser humano
vivo” (Janheinz Jahn, 1963: 147 trad. Albert
Kasanda Lumembu).
“Pienso luego existo” demuestra el desprecio del cuerpo y de su manifestación física en la
cultura occidental. Retomándolo
a la luz de la experiencia africana podemos decir: “Siento, luego existo”. Se
trata de la clave de conocimiento de uno mismo en su íntima relación con
el mundo y con los demás. El sentir, o el ser emocionado, es
participar en la correlación de fuerzas que rigen al universo (Albert Kasanda Lumembu)
fotos : Jaume Sancho